En la investigación, se recogieron muestras de las mamas de 58 mujeres, 13 de ellas sometidas a mastectomías por tumores benignos y 45 por cancerosos; así como de 23 mujeres sanas que habían sido sometidas a reducciones o mejoras de mamas.
Utilizando las técnicas de secuenciación de ADN, los científicos identificaron a partir de las muestras tomadas las bacterias presentes en los tejidos, y además cultivaron estos últimos para confirmar que dichas bacterias estaban vivas.
Resultados obtenidos
Se comprobó así que los pechos de las mujeres con cáncer de mama tenían niveles elevados de dos bacterias: la Escherichia coli y Staphylococcus epidermidis.
Ya se sabía, por trabajos realizados con células humanas en cultivo (del tipo conocido como células Hela), que estas dos bacterias inducen roturas de cadena doble en el ADN (ambas cadenas de la doble hélice del ADN quedan rotas), un daño que, según los científicos “es el tipo de daño más perjudicial para el ADN”, pues puede provocar problemas en el genoma.
Además, cuando estas roturas se producen, se pone en marcha un mecanismo de reparación de la doble cadena que es altamente propenso a errores; y estos errores pueden conducir al desarrollo del cáncer.
Por el contrario, otras dos bacterias, el Lactobacillus y el Streptococcus, consideradas como promotoras de la salud, fueron más prevalentes en los senos sanos que en los cancerosos. Ya era conocido que estas bacterias tienen propiedades anticancerígenas. Por ejemplo, el Streptococcus thermophilus produce antioxidantes que neutralizan las especies reactivas de oxígeno que pueden causar daños en el ADN, y en consecuencia, cáncer.
Pero la lactancia podría no ser necesaria para mejorar la flora bacteriana de los senos, señalan los investigadores. “Colegas de España han demostrado que los lactobacilos probióticos ingeridos por las mujeres pueden llegar a la glándula mamaria”, afirma Reid.
“Esto, combinado con nuestro trabajo, plantea la cuestión de si las mujeres, en especial aquellas con riesgo de cáncer de mama, deberían tomar lactobacilos probióticos para aumentar la proporción de bacterias beneficiosas en sus senos. Hasta la fecha, los investigadores no han siquiera considerado estas cuestiones, y de hecho algunos se han resistido a que exista alguna relación entre las bacterias y el cáncer de mama o la salud”, sigue diciendo el científico.
Además de luchar contra el cáncer directamente, tal vez sería posible aumentar la abundancia de bacterias beneficiosas con probióticos. Los antibióticos dirigidos a bacterias que impulsan el cáncer podrían ser otra opción para el control del cáncer de mama, señala Reid.
En cualquier caso, algo mantiene a las bacterias bajo control en los senos, igual que sucede en el resto del cuerpo. “¿Qué pasaría si ese ‘algo’ fueran otras bacterias, en colaboración con el sistema inmune del huésped? No hemos respondido a esta pregunta, pero corresponde a los expertos en el campo el considerar esa posibilidad”, concluye el equipo canadiense.